“ TODOS SOMOS UNO CON LOS DEMÁS "

martes, 18 de marzo de 2014

19 de Marzo Festividad de San José




Este año conmemoramos los 90 años de la llegada de los Hermanos Maristas a Pergamino y queremos celebrarlo en familia participando de una manera especial de las actividades en honor del Santo Patrono de nuestro colegio.

El día miércoles 19 a las 11:00 hs. se celebrará la primera misa del año, en el turno mañana, par los niveles primarios y secundarios, y a las 14:00 hs. hará el turno tarde.

Ponemos bajo la protección de San José a nuestro colegio, pidiéndole que cuide de todos los que formamos parte de esta Familia Marista, como cuido de Jesús en su infancia y juventud.


                                                            Los esperamos !!!

                                  Comunidad de Hermanos, Equipo directivo y Docentes

jueves, 13 de marzo de 2014

Mensaje de Francisco


Francisco3


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2014
Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)

Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

martes, 4 de marzo de 2014

Cuaresma


La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.


 Marcelino y el ayuno de Cuaresma


En el Hermitage había un extraordinario ambiente de vida religiosa y vida de familia.  Los más 
jóvenes se animaban con los mayores, y éstos se sentían muy felices con el entusiasmo 
de los primeros.

Un año, cuando la Cuaresma estaba a punto de empezar, todos pensaban en ayunar y hacer 
penitencia. También los Hermanos más jóvenes.

Estos nombraron seis delegados para ir al cuarto de Marcelino y pedirle permiso para hacer 
duras penitencias  cuaresmales.  Eso le dijo el mayor de los delegados que no tenía todavía 
dieciséis años. 
Marcelino los mandó  cenar bien aquella noche y les prometió una contestación en la charla 
del día siguiente.  Efectivamente, en la «enseñanza» de la mañana siguiente, les explicó 
"el ayuno que le gusta a Dios" :


– Hay que hacer ayunar a los ojos.  Hay que mirar hacia adentro.  Hay que ser profundos y 
no perderse en superficialidades.

– Hay que hacer ayunar a la lengua.  Hay que hablar más con Dios y buscar las palabras 
auténticas que nos ponen en contacto con los demás, dejando sin alimento a las palabras 
vacías y sobre todo a las palabras ofensivas.

– Hay que hacer ayunar a los defectos, al egoísmo, a los caprichos.  Hay que dejar que se 
vaya quedando sin fuerzas nuestra pereza, nuestra tristeza, nuestro orgullo.
– Y, finalmente, hay que tomar mucho alimento en nuestro corazón y en nuestro espíritu.  
Hay que rezar con fe y con fervor.  Hay que participar en la eucaristía.  Hay que abrir el corazón 
a los pobres. Hay que ayudar mucho a la gente que lo necesita.


Después de explicar así el ayuno de la Cuaresma, Marcelino animó a los jóvenes a hacerlo con 
todo su entusiasmo y también les permitió ayunar corporalmente los viernes a pesar de que por 
su edad no tenían obligación de hacerlo.